Hubo un tiempo en que en los países de habla hispana, la música era un
vehículo de la política, y la poesía y la protesta social eran una misma cosa.
En España, desde mediados de los años setenta, esta combinación quedó
relegada a los cantautores y desconectada de la evolución de la música electrificada,
del pop y del rock de influencia europea. En el rock duro español se consolidó desde
luego una vena social, una épica y lírica de la conciencia juvenil, pero más
de barrio que de clase, y por tanto a menudo desinteresada del compromiso
político.
Mientras tanto, en Europa, el punk abrió las puertas a una reidentificación radical
entre rock´n´roll y política, con figuras emblemáticas como los
“Clash” en Inglaterra y los “Dead Kennedys” en América. Pero
aquí la recepción del punk fue minoritaria y segmentada: entonces ser un heavy era
casi lo contario social y culturalmente que ser un punki. Consiguientemente, si en los años
ochenta hubo una etiqueta nefasta fue la del “rock político”, que arraigó
sólo donde existía una conexión entre movimientos sociales y expresión
juvenil radical, en la Euskadi del ska-hardcore de “Kortatu” y “La Polla
Records”.
En el resto del Estado, la ausencia de rock con conciencia era sintomática de la
desmovilización juvenil lograda por la socialdemocracia. “Reincidentes” son el
primer y más acabado ejemplo de cómo este vacío ha podido ser
satisfactoriamente superado desde comienzos de los años noventa, provocando un verdadero
fenómeno sociológico sorprendente, una nueva audiencia emergente que demuestra hasta
qué punto el rock´n´roll de vena comprometida era una asignatura pendiente en el
panorama musical español.
Pero a finales de los años ochenta, cuando comenzaron su andadura, era difícil
anticipar que una propuesta de estas características tenía futuro. De hecho, los
Reincidentes tuvieron un primer paso en falso con “Incidente local”, un grupo que entre
1985 y 1986 dio algunos conciertos en su Sevilla natal sin mayor consecuencia. En él estaba
no obstante presente ya el núcleo de la futura banda: Juan R. Barea, entonces al bajo,
Manuel Pizarro a la batería y Fernando Madina con las voces. Hizo falta que estos chavales
de la adocenada y conformista Sevilla “socialista” decidieran “reincidir”
y, sin sentir el vértigo de la cuerda floja, buscar el puente entre el punk y el rock duro,
y entre el romanticismo urbano de barrio y la utopía de la comunidad política justa y
participativa. Para ello fue primero necesario que tuviera lugar en sus vidas una experiencia
personal que les hizo salir de la disyuntiva entre quedar atrapados en la incomprensión o
callar definitivamente: su participación en la huelga de estudiantes universitarios de 1987,
que por un momento hizo protagonistas de su propia biografía colectiva a los jóvenes
españoles, y alrededor de la cual tuvo lugar una primera reactivación de la cultura
radical a escala nacional.
Los Reincidentes dieron de hecho un primer y mítico concierto en plena ocupación
estudiantil de la Universidad de Sevilla, enchufando sus instrumentos delante del despacho del
rector. Automáticamente, quedaron enganchados a una corriente subterránea que poco a
poco comenzaba a extenderse cuentionando el consenso dominante desde la transición. A pesar
de que el futuro de la banda era completamente precario, los Reincidentes había hecho su
reentrada en un ambiente de euforia colectiva y, sobre todo, se habían librado de la tutela
psicológica institucional, habían roto amarras. Haciendo honor a sus raíces
andaluzas, eran como jornaleros emancipados del señoritismo -que ahora se presenta en forma
de moderación reformista-, cuya liberación ha desatado un potencial en bruto
inagotable. Esta energía sería su principal atributo en un ambiente en principio muy
poco propicio para la difusión de su mensaje de rabia y reivindicación. Faltaba, sin
duda, el aprendizaje imprescindible, pero las cosas estaban ahora claras, de forma que con trabajo
y continuidad se lograría dar forma al ímpetu. La suerte sonríe a los
atrevidos.
El primer golpe de fortuna del grupo fue el acceso al estudio de grabación de Juanjo
Pizarro (ex “Dogo y los Mercenarios”…) hermano de Manuel y verdadera bestia de
la música profesional española. Juanjo aceptó grabarles una maqueta con la que
el grupo se presentó al primer Concurso de Rock de la Diputación de Sevilla, en 1989,
una iniciativa electoralista de las autoridades andaluzas que los Reincidentes supieron aprovechar
para su aprendizaje: finalistas del concurso, tocaron con “La Frontera”, subiendo por
primera vez a un escenario grande y sintiendo la vibración del público masivo. Ya
entonces el grupo se ha consolidado en nueva formación, con Fernando en el bajo y las voces
y Juan en la guitarra, el primero a las letras y el segundo a las composiciones musicales, aunque
ambas llevan siempre el sello de todos. En esas fechas entra en la banda también José
Luis Nieto, “Selu”, un saxo de toque muy personal que inspiraría esta primera
etapa de la producción musical del grupo. Su música es entonces esencialmente
agresiva, entre el sonido acelerado punk y las letras próximas al rock radical vasco, que se
convierte en su aliado natural.